viernes, 14 de noviembre de 2014

El tipo del bigote de Dalí

En uno de los tantos grupos de Facebook en los que buscamos piques pedían "alguien que traduzca de Inglés a Español". Yo sigo sin laburo, ayer me llamaron para ser "anfitrión de caja", respondí  y lo que llegue a entender es que la persona que se había comunicado originalmente no estaba y que ... así que dije "d'accord", mañana veremos si me dijo que sí o que no o si me estaba invitando a un culto satanista,

En fin, el texto tenía que estar en 24 horas, alrededor de 2200 palabras. Y qué palabras.

Un proyecto de film: un empresario de agua mineral ecuatoriano, amante de las pesas y que,inflamado de heroicismo peleó por USA en la segunda guerra mundial, cuando vuelve a su país natal, dedica su vida a buscar el tesoro perdido de Atahualpa en los abismos de las montañas de los Llaganantes, y a multiplicar los dividendos. La empresa anduvo bien, su nieto, ahora, financia un documental en donde quiere relatar la historia de su abuelo, su padre y él mismo: "a través de una óptica ficcional quiere enseñarnos que la riqueza está en la búsqueda de lo desconocido". Parece que va a estar Vargas Llosa relatando en voice over y Santolalla desde Miami con la musicalización. Trabajan con uno de los tipos que hizo 99 Francs y un argentino "que ha vivido en mas de 10 ciudades del mundo".
Pagaban bien.
Deshonrando un poco esa ardua tarea que es la traducción, en unas horas, entre dos, estuvo pronto.
En la puerta del edificio, que da al Sena, pregunté qué apartamento era, pero no había apartamentos, todo era de ellos.
El nieto me recibió con su bigote Dalí que acariciaba cada tanto,
"¿De qué parte de Argentina eres?" Sacó un rollito de euros y lo puso en la mesa, me pidió que me quedara "para revisar algunas cosas".
"no,,,,,no..... no,,,,".
El nieto no estaba contento con la traducción, había vivido un tiempo en Usa (pagaba una traducción porque le aburría traducir) y parece que la terminología no se adaptaba a los usos cinematográficos de Hollywood.
"¿Entendés que este texto es para el director de Born's supremacy?"  Estaba bravo, yo agarré el rollito de billetes por las dudas y cuando me arrimaron un poco el cuerpo, di las gracias y me fui.

martes, 11 de noviembre de 2014

Vigilar y Castigar

Vigilar y Castigar

¿Es que usted se considera una persona autoritaria?

Esa fue la última pregunta de la entrevista. Hace un mes que estaba en Francia, no sabía bien qué contestar. Creo, en español, que el término “autoritario” tiene siempre una carga negativa, no habría dudado en contestar “no”, pero este es otro mundo y todavía no tengo tanta conciencia de la lengua (ahora, mirando el  Larousse veo que la palabra “autoritario” tiene tres entradas: “aquel que utiliza la autoridad sin reconocer límites, y que no soporta la contradicción”, “aquel que manifiesta la autoridad”, “dícese de todo régimen político investido de un poder absoluto, dictatorial”). Les dije que no, que claro que no, se miraron, me dieron las gracias y me fui, sin mucha idea de si me iban a llamar, por qué me habían hecho esa pregunta y qué era exactamente lo que estaban buscando.
Pasó una media hora, en el viaje de vuelta, entre un túnel y otro me pareció escuchar que sí, que empezaba al otro día.

El colegio Jean Vigo queda en Epinay sur Seine, en lo que acá le dicen “un quartier chaud” (un barrio complicado) y está considerado “Zona de educación prioritaria”, algo parecido a nuestro “contexto crítico”. A unas cuadras de la estación de tren aparece el edificio, una estructura de bloques encastrados entre guardas de azulejo en rojo, amarillo y azul. Al colegio lo rodea un enrejado con dos puertas controladas por un interruptor electrónico desde la recepción, las vías del tren y los monoblocs idénticos (pero sin decoración) de enfrente. Los salones se distribuyen en dos bloques: uno dedicado a las ciencias y otro a las lenguas (las salas de historia-geografía están junto a las de ciencias), en el centro hay un patio. Separado por un pasillo dentro del segundo edificio está la administración, y lindando el patio,  entre ventanales, la sala de los “asistentes de educación” y de las “CPE” (Conseiller Principal d’Education). Desde la sala de los “asistentes” se puede ver tanto el pasillo central como el patio, la administración está cercada excepto la sala de la secretaría, las oficinas de los directores no tienen ventanas más que al exterior.

Los asistentes de educación aparecieron en el 2003 en toda Francia a razón de “responder de manera satisfactoria a las necesidades de cada instituto educativo, en relación a sus particularidades y apoyando sus proyectos singulares”. Su función es “la vigilancia tradicional de los alumnos de colegio y liceo” tanto “dentro como fuera del tiempo escolar si fuera necesario”. Las actividades de “vigilancia tradicional” se componen de “ayuda en la salida escolar”, “apoyo en los estudios” y, el texto repite “la vigilancia de los alumnos durante todo el período escolar”.

Una de las “particularidades” de cada instituto de enseñanza en Francia es su financiación: cada colegio o liceo recibe una partida y él mismo se encarga de seleccionar a que destinarla: más “asistentes”, reformas edilicias, viajes escolares, etc. En consecuencia el puesto entra dentro de un régimen público-privado, contractual.

Este colegio, particularmente, contrató junto conmigo cerca de diez “asistentes de educación”, todos los días había un compañero nuevo (de hecho todos habíamos empezado hacía menos de dos meses). 

El primer día conocí a los más antiguos: Ram Dam estuvo en la guerra en Mali, y, según sus propias palabras “tiene licencia por dos años por sobrecarga psicológica, pero es normal”. Ram Dam  es una de las notaciones de lo que nosotros conocemos como el ramadán musulmán, y también, en el argot, según me dijeron, quiere decir “hacer barullo”.

Nawel era profesora de literatura pero desde que tuvo a su hija (nos mostró fotos de la nena con diferentes vestidos) se dedica a ser asistente: pagan parecido y es medio tiempo. El que más se me acerco fue Roberto: estudia filosofía en la Sorbona y conocía muchísimo sobre la historia del futbol uruguayo. Roberto investigaba “cómo los genes transmiten saberes”, “cómo nos condicionan”, y cómo tenemos que estar “en armonía con nuestros genes para estar en armonía con el mundo”. Fanático de Jodorowski me explicó una vez por qué Foucault no era filósofo y que el carnaval uruguayo viene de los celtas. 

Imitando a los que ya estaban, los que recién empezábamos tuvimos que aprender qué hacer. Recorrer el patio, hacer “la grille” (“la reja”, que es la puerta), castigar a los alumnos. Los alumnos tienen un “carnet” que necesitan para casi todo: para ir a comer, para entrar, para salir, para ir a clase, para pedir una pelota en los recreos. No tener el carnet representa ciertas horas de castigo, que se escriben en el mismo carnet y que tienen que cumplir en las horas puente o antes de irse. Como autoridad uno tiene derecho a pedir el “carnet” siempre, rehusar a dar el carnet representa un castigo duro que en el “argot escolar” se dice “coller” (como en “collage”, pegar).

Durante las horas de castigo hay varias opciones: algunos alumnos hacen planas de las leyes del instituto, que copian desde el carnet, otros tienen que estudiar o se le plantean ejercicios de apoyo escolar. Algunos colegas aprovechaban ese tiempo para charlar, me acuerdo de una de estas conferencias: “hay que hacer plata, sigan una facultad para hacer plata, tienen que salir de esto”.  

Cada uno tenía su estrategia, para encausar las energías otros colegas les mandaban hacer lagartijas (“pompes”), hacían concursos de pulseadas o castigaban “al primero que se moviera”.  Ellos también participaban del concurso, y se sabía cuáles eran los alumnos más fuertes. Según estuve hablando estas no son prácticas comunes en Francia, salvo, como me dijo el sub-director en la entrevista “en colegios donde no tienen la misma educación que nosotros”. Mis colegas más viejos también apuntaban para ese lado: “tenés que tratarlos como se tratan ellos”. Una vez les pregunté si se podía usar la violencia: “sí, es necesario, son sus códigos, lo que tenés que hacer es sonreír mientras los agarrás fuerte, así complementas la fuerza con un gesto simpático”. Cada tanto el director en el patio me decía “il faut le pousser, tu sais?” (Hay que empujarlos ¿sabés?).

No lo dije, el patio está estriado con diferentes líneas blancas, otrora estacionamientos creo, en donde previo a cada timbre tienen que formar, y si no están entre las líneas “il faut les pousser”. El timbre no es un timbre tradicional, sino unos acordes de piano con efecto de eco en una melodía disonante, bastante triste.

Cada día en el patio hay rondas de peleas, todos los alumnos arengan; a veces son peleas de índole religioso o racial, la mayoría del tiempo alguien se mete con la madre o la hermana de otro. 
A veces se arma lo que los “asistentes” llaman “la foule”, los alumnos hacen un torbellino de gritos y golpes generalizados, y todos los integrantes del colegio incluidos autoridades y profesores se colocan en una red dispersa en el patio para desarticular. “La foule” se armó dos veces cuando yo estaba, llovía.

“La foule” también sucede dentro de los cursos, me tocó una vez, durante una de “mis rondas”, que un grupo entero se reveló, por lo que la profesora me envió con todos los alumnos a la sala de la “CPE”, a que fueran castigados. Hablamos con los alumnos, ya en retención (“permanénce”), ellos acusaban que  “la profesora no sabía controlar a los alumnos”, que “les daba demasiada libertad”.

Trabajé dos semanas en Epinay sur seine, la CPE me llamó para hablar con el director: “No te preocupes, no es nada”.
Fue en la misma sala que la primera entrevista, un día antes de las vacaciones de “todos los santos”. Estaba en el contrato: un mes de prueba.  
La charla duró media hora, al principio jugamos un poco, nos miramos y nadie entendía, el director hablaba sobre mí, sobre ellos (los alumnos), sobre Francia. Transcribo esa media hora:
El director me contó que Francia es “un país difícil para conseguir trabajo” y que “por eso contrato extranjeros, porque ellos necesitan trabajar”.  Ahondó sobre el asunto: “Uruguay es un país poco conocido en Francia, no sabíamos qué esperar…”.
Yo seguía en silencio, pero era un trabajo, así de miserable tenía la cabeza.

Entonces adoptó otra estrategia:
 “Hay que tener una actitud más competitiva, usted se viste normal, hay que diferenciarse, mostrar energía. “Se promener dans la cour ce n’est pas surveiller, il faut anticiper le probleme” (Pasear por el patio no es vigilar, hay que anticipar el problema).

Luego me dijo que mi perfil era excelente, no para la tarea que me habían encomendado, como era evidente, sino para ser profesor, para ser asistente pero de un liceo, o de otro barrio, o de otro colegio. En síntesis yo era un tipo excepcional en un lugar inadecuado.

Finalmente monsieur “Bu Kalifa” trató de confraternizar a través de la filosofía, citó a Thomas Hobbes: “El hombre es el lobo del hombre”. “Y ellos son lobos, y usted tiene que ser un lobo”, me dijo. La CPE asentía.

“Vous n'êtes pas suffisamment autoritaire”.

Épilogo

La segunda definición del Larousse pone como ejemplo “una voz autoritaria” en relación a aquel que expresa su autoridad a través de su cuerpo, de acciones. Originalmente quería, a través de este relato, construir un ejemplo empírico con varias citas de “Vigilar y Castigar”, mostrar como encastra, cómo los vigilantes compartíamos con los alumnos aquello que nos separaba, como éramos todos lobos, cómo debíamos ser un signo, un dispositivo, no aquél que se “pasea” por el Jardín de la Filosofía sino aquél que construye el objeto vigilado buscándolo, previniendo el crimen futuro.  Mientras en esa metamorfosis infame uno se construye como dispositivo disciplinado y disciplinario, uno que no es “normal” debe imponer la norma diferenciándose, estando más allá, cómo Monsieur Bu Kalifa, él, “que llegó lejos”, o el sub-director de ascendencia también africana relatan: “los alumnos no son parecidos a nosotros”.

Los trabajos más fáciles de encontrar en Paris son los de vigilante. Me he descubierto escribiendo una carta a los museos explicando la felicidad que me representaría ser aquel que cuida que no toquen las obras, también me he descubierto explicando a la empresa nacional de trenes el júbilo de hacer valer la ley para echar a los que no pagan.

Quisiera citar a “Samba de Orly” para decirles, amigos, que las cosas van bien, y que a pesar de todo sigo buscando el mismo puesto en otro colegio. Lo que me salva es la ficción, creo que en esa podredumbre yo soy un espía.

Tuve otra entrevista, en otro colegio, y no me tomaron.