jueves, 19 de marzo de 2015

Mentir, mentir siempre

Bagatelas 

El médico que me atendió en Meudon vive en la esquina de Rabelais y República. Rabelais, también médico, era muy admirado por Céline por su lenguaje "grasoso" y "viril"; cómo diría una suerte de lingüista barrabrava o el mismo señor Destouches "una sintaxis con huevos".
A su vez, el señor (el médico), me dijo que está todo bien y que de dónde soy. Yo ya estaba pronto para darle las tres o cuatro referencias de Uruguay: que no hace tanto calor como plantean las cinco vocales, que no es Argentina y que Cavani. Pero resulta que el tipo es, o fue, poco importa, cuñado de un periodista uruguayo bastante conocido y quedó por esa.

He descubierto que hay un bus que me lleva directamente al trabajo, al de dar clases. Pasa por todo le sur de Paris y me deja en Arcueil-Cachan, en donde tomo el RER B. La banlieu, desde el esplendor de Meudon (ayer me enteré que vivo en el barrio de los obreros que construyeron la linea C, cuyas casas renovadas ahora son maison bourgeoises, término más neutro y sintagmático en francés); uno pasa por plazas comerciales horizontales hasta una suerte de 8 de octubre, con cantero derruido y polvo recién barrido, en donde venden motos por vidrieras con stiquers fluor pegados. La autopista es obsena y a pesar de, o mejor, muchas gracias a esa imágen seca, siento que Paris existe. El centro y después el resto, el parking, los baños, Saint-denis, etcétera.

El otro trabajo cada vez pesa más. En el recreo me entretengo mirando a Plácido, un negro enorme de 120 kilos, Ulis (Unités localisées d'inclusion), es decir que tiene algun trastorno de aprendizaje/ comportamiento/síndrome, etc. La característica de Placide es que no habla; él ríe, se agita, puede pasar horas mirando un charco, saluda a sus amigos con un choque de palmas y un choque de puños, como se acostumbra entre los colegiales, luego se hamaca con su propio peso y entra en un estado de éxtasis. El método de inclusión de los Ulis consiste en hacerlos imitar el comportamiento de los otros, no calificados como Ulis, entonces la guardia personal de cada Ulis los hace mostrarme el carnet cuando entran, decirme buen día (cosa que no hace el resto), asistir a las clases y, mediante traducción de su patrono, hacer los ejercicios que le correspondan.

Les copains d'abord

Alejandra me dice que Elodie es una yegua, Elodie me dice que Alexandre es un P.D (pederasta que también quiere decir homosexual, una vez asistí a una conversación en donde una señora normanda, cuyo esposo es un herrero, explicaba cómo los pederastas no son necesariamente homosexuales), Samiah dice que Elodie es una fascista y Gael apunta que Samiah es una inutil. La jefa, Mme Reynard me dijo que las relaciones humanas son muy complicadas y yo le dije que el infierno son los otros. Por eso me gusta Placide, con cierto fetichismo, porque descubrí hace unos días que hace crucigramas y porque cómo dijo Dolina que dijo Richelieu "cada amor que se apagara, por más pequeño que fuera, le causaba una interminable angustia".

Tengo de a rachas, entre somnolencias y correspondencias, una consciencia de cierto determinismo estético de todo esto, y no sé nunca si al final yo voy a decubrir que Elodie era una impetuosa lectora de Shopenhauer, y que Alexandre milita para el front national.

Meudon Forest

El bosque de Meudon, que así figura en Google maps, está repartido entre un bosque cuyos árboles marcados para el senderismo te avisa su europeidad, un lago en donde patos, cisnes y palomas se asesinan por migas, y una casucha de pescadores restaurant que está bien puntuada en trip advisor. Al lado queda el cementerio de Meudon, ¿Estará allí Céline? Leí hace poco, no sé donde, que fue rechazado y cagado a pedrazos por el alcalde y los habitantes de Meudon, quizás ese Meudon de obreros ferroviarios,  me dijo una amiga que su casa se quemó. Ninguna calle se llama Céline, y sin embargo no es dificil imaginarlo hoy, a él mismo, al escritor de "Bagatelas para una masacre", unciendo los cuerpos de los inmigrantes africanos que esperaron en mi misma sala, la de ese médico que conoce Uruguay y que cobra el precio justo de lo que la seguridad social cubre.
Por mi parte voy a hacer mi mnografía de Master sobre él mismo, sino porque tenga realmente tema por el placer de desperdiciarla, aunque inconluso esté dentro de un año y medio, en sus obras, Si al final a él le encantaban los desperdicios, y eso es lo que siempre estamos olvidando, ese Paris del Sur, los afiches de los baños de algunos bares.

Criar fantasmas

Una vez conté que esto de los Erasmus y sus versiones menos becadas tiene algo de criar fantasmas. La mundialización me interesa "hasta ahí", y ya dijeron, ya dijeron tanto, que hay lugares que son perpetuamente aeropuertos, cada vez más. Aeropuertos y muséos, aeropuertos-muséos, esa paradoja del movimiento que son los pases por 5 días, los bus turísticos. Recuerdo una noche yendo a Beeauvais, una madrugada en donde me levanté en Port de Vanves, y un señor llevaba un ramo de manzanas en el metro mientras miraba para abajo. Recuerdo la voz de unos australianos mientras se sucedían los carteles verdes (¿azules?) de la ruta, y yo me iba quizás a Budapest o a Dublin, y alimentaba tantos fantasmas que la vida parecía un cementerio sumergido, con ese brillo. ¿Qué ha cambiado desde entonces? A veces pienso en mis amigos añosos, que no contestan a ciertas preguntas, que sortean las cuestiones con miradas o comentarios sobre botánica. Y empiezo a entender el por qué de los jardines de los viejos, cómo ese personaje de Hugo que no tenía para comer y regaba sus flores todos los días, y conservaba celoso, con el mismo afán, sus tomos de literatura latina.